No paro de oír y de leer que este es el año de Michael Fassbender y de Ryan Gosling, y no me extraña. Ambos han estrenado peli a mediados de 2011 (Fassbender en X-Men: Primera Generación, Gosling en Crazy Stupid Love), luego a finales (Un Método Peligroso y Jane Eyre por un lado y este Drive por otro) y todavía nos queda verlos en sus platos fuertes: el primero en Shame y el segundo en Los Idus De Marzo.
No es la primera vez que muestro mi devoción por Ryan Gosling, pero es que no he visto ninguna película desde Half Nelson (2006) en la que no se haya superado. En la vida real no podrías creer que una persona sea tan inquietante en ciertos momentos que te recorra un escalofrío con sólo mirarle a los ojos, y que en otras situaciones transmita una dulzura que te marque a fuego la sonrisa tonta en la cara. Pues bien, Ryan es capaz de transformarse en esa persona y no sólo hacerla creíble, sino que el público empatice con él por brutales que sean sus actos.
Si sumamos esta actuación principal a los solventes Albert Brooks, Carey Mulligan y compañía, a la genial dirección y a la adrenalina que desprende la historia tenemos una película más que notable.
Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto de un thriller, y no hay que dejarse asustar (los que lo suelan hacer) por sus aires de cine indie porque, aunque lo sea, el film recurre al aire comercial ochentero que tanto nos ha hecho disfrutar de este género a los menos afines a la acción. La película se gusta en efectos visuales pero sin abusar de recursos, pues no son todo persecuciones en la vida de este mecánico/especialista de Hollywood con doble personalidad.
Drive está llamada a convertirse en una película de culto.
Puntuación: 8/10
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